ORIGEN

Un espacio legendario en el imaginario gastronómico de La Habana


Nada más entrar al bar restaurante El Polinesio te topas con dos hornos de barro en forma de tonel que se ven tras un cristal con la leña de macurí ardiendo, donde se ahúman unas especiadas carnes elaboradas según una receta inmemorial y secreta. Este espacio, junto a la famosa coctelería tiki, hecha a base de rones y zumos de fruta tropical, y la increíble decoración totémica del lugar, es el corazón de este lugar legendario que forma parte del imaginario gastronómico de generaciones de cubanos.
Desde los años sesenta, ir al Polinesio fue siempre una experiencia muy especial, y en ella sus exóticos platos y su emblemática sazón eran sólo parte de los ingredientes. Entrar al Polinesio era sumergirse en un mundo exótico, lleno de sabores y sensaciones que transportaban al cliente a sitios paradisíacos, mágicos, donde lo primero era el disfrute.
Comenzar con un coctel Kibú o un Zoombie, hecho con tres tipos de ron -blanco, moreno y añejo-, licor de cereza, zumo de naranja y de limón y un toque de granadina, acompañado de unas bolitas de queso, unas maripositas chinas o unos rollitos, era el rito usual, que se mantiene hasta hoy.

La casa habanera de los dioses tikis


La cultura y los dioses Tiki tienen un santuario en El Polinesio. Es este un espacio muy especial, de iluminación oscura y techo de estera donde reina la coctelería hecha a base de ron y zumos de frutas, las jarras en forma de tótem, los platos y aderezos exóticos, y también las nasas de los pescadores del Pacífico Sur y los ídolos tallados en maderas nobles como parte de una ambientación que trasporta al visitante a otra época y a otro mundo.
A la entrada, tallado en madera preciosa y vigilante desde una columna, está el gran Kane, principal divinidad tiki, que dijo “¡Hágase la tierra!" y al momento el mar comenzó a parir y a parir islas para él, esparciendo su semilla por la eternidad…
Desde las paredes y rincones del Polinesio te vuelven a sorprender las enigmáticas esfinges de Ku, el dios de la guerra tiki, Lono, dueña de la agricultura, o Kanaloa, madre de las aguas y del mar. Estas en un mundo mitológico muy especial, te recuerdan estos tótem y otros elementos decorativos parte de la cultura tiki, que causó furor en todo el mundo en los años sesenta, cuando Elvis Presley filmó Blue Hawái, y se pusieron de moda las camisas de palmeras, y el baile del hula hula, y los bares decorados al estilo de las islas de la Polinesia.
Tanto en el bar circular, como en la barra o el restaurante, estas esfinges de gestos inquietantes siempre te están mirando con sus enormes bocas de labios gruesos, que te recuerdan: estás en El Polinesio, cosa seria.